SÁBADO – SEMANA IV DE CUARESMA

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(Jr 11, 18-20 / Sal 7 / Jn 7, 40-53)

Ayer reflexionábamos acerca de la necesidad que todos tenemos de dejarnos sorprender por Dios y de no limitar su acción por suposiciones personales. Si queremos interpretar la voluntad de Dios desde nuestros criterios, le limitaremos muchísimo. Cuando las cosas se ponen difíciles o incomprensibles ¿las pones en manos del Señor?

Debemos reflexionar para descubrir si nuestra actitud no se está haciendo como la de los personajes del Evangelio que, por no querer aceptar la novedad que Jesús les representaba, se entretienen en cuestiones secundarias como su origen; otros, prefieren maldecir a los que creen en Él; otros, desprecian a todo aquel que les puede llevar a la verdad como lo hicieron con Nicodemo.

Quien no tiene paciencia se puede desesperar fácilmente ante estas situaciones, quien confía en Dios no se desespera tan fácilmente, “El Señor me instruyó y yo comprendí; él me explicó lo que hacían. Yo era como un manso cordero que es llevado a degollar…”

Estemos atentos, no cedamos tanto poder a ningún miedo o incertidumbre, no nos dejemos impresionar por eso, recordemos que todo es posible para el que tiene fe (Cf. Mc 9, 23). Abandonemonos al impulso del Espíritu Santo, que su luz nos ilumine si queremos interpretar la realidad y que la fuerza de la gracia nos haga mantenernos firmes en la esperanza.

(P. JLSS)

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