(Os 6, 1-6 / Sal 50 / Mc 18, 9-14)

¿Nuestro perseverar en la vida de fe se fundamenta en un mero cumplimiento de preceptos o en conocer más a Dios? Se supone que los que nos hemos encontrado con Jesús queremos hacernos más como su amor se merece porque en Él hemos reconocido el amor que Dios nos tiene, por lógica entre más le conozcamos más comprenderemos el amor de Dios.

Quien sólo busca agradarle a Dios por el mero cumplimiento de normas dejará de esforzarse por ser mejor y experimentará un falso sentimiento de autosuficiencia como le sucedió al fariseo del Evangelio, que su oración para ser más un inventario de todo aquello que hace que un encuentro personal con él.

Por su parte el publicano, cuyas actividades laborales le generaban un prejuicio hacia su persona, llega frente a Dios reconociendo sus pecados. Reconocer los pecados frente a Dios nos sirve para ayudarnos con nuestra humildad y para reconocer la grandeza de Dios y que le fallamos. Si no reconocemos nuestras necesidades no iremos a donde pueden ser satisfechas (cf. Mt 9, 12).

Hagámosle caso al Señor que nos dice que no endurezcamos el corazón (cf. Sal 94, 8), dejemos que la búsqueda por agradarle nos lleve ser mejores, evitemos caer en error de creer que basta con dejar de hacer lo que está mal según nuestros criterios, procuremos hacer el bien, procurando esto dejaremos de hacer el mal. “Por tu inmensa compasión y misericordia, Señor, apiádate de mí y olvida mis ofensas. Lávame bien de todos mis delitos, y purifícame de mis pecados.”

(P. JLSS)