SÁBADO – SEMANA II DE PASCUA

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(Hch 6, 1-7 / Sal 32 / Jn 6, 16-21)

La confianza en el Señor implica el reconocimiento de que Él siempre está al pendiente y cuida de nosotros. La escena del Evangelio, sucede justo después de la multiplicación de los panes y sin embargo, después de esto los discípulos permiten que el miedo los domina ¿existen situaciones en las que el miedo te esté dominando?

Quien confía en Dios no teme delegar, soltar “puestos”, sabe que al igual que él ha sido elegido para una misión determinada, otro también. Su confianza en Dios supera su autoreferencialidad. «El beato Fabro daba una regla de oro para detectar el estado de un alma que vivía tranquilamente y en paz: proponerle algo más. Si un alma estaba cerrada a la generosidad reaccionaría mal». Quien confía en Dios es consciente de su generosidad.

Los discípulos con miedo se dejarán asustar y miraran «fantasmas» en lo desconocido, los discípulos confiados en el Espíritu Santo, buscarán soluciones. Ante el descuido de las viudas y los pobres, no se aferran a querer hacer todo ellos, son capaces de decir: “Escojan entre ustedes a siete hombres de buena reputación, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a los cuales encargaremos este servicio. Nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la palabra.” ¡Cuántos que se creen autosuficientes se cierran a la ayuda!… y después se andan lamentando porque “nadie les ayuda”.

Acudamos a Dios, en este camino de perseverancia y lucha Él va a nuestro lado, cuando las situaciones se pongan difíciles o incomprensibles, no permitamos que el miedo o la soberbia nos dominen, escuchemos su voz que nos dice: «Soy yo, no tengan miedo». El Señor cuida de nosotros.

(P. JLSS)

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