(Hch 4, 13-21 / Sal 117 / Mc 16, 9-15)
Ante la Verdad, siempre existirán las intrigas, los chismes y la mentira de los que se creen «poderosos» o «fuertes» cuando se sienten amenazados, nosotros debemos procurar la claridad del Evangelio y evitar caer en la dinámica del mundo, donde por miedo al qué dirán termina las personas mintiéndose y auto engañándose a sí mismas.
San Pedro en un momento de su vida negó al Señor, sin embargo, confió más en la misericordia que en su error, asume su misión y ahora lo vemos con una valentía y fortaleza propia de quien se sabe salvado: “Digan ustedes mismos si es justo delante de Dios obedecerlos a ustedes antes que a Dios. Nosotros no podemos dejar de contar lo que hemos visto y oído.”
Marcos en su evangelio, nos cuenta cómo los apóstoles no son capaces de creer ni a María Magdalena, ni a los discípulos que iban a Emaús por su tristeza y como también “se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no les habían creído a los que lo habían visto resucitado”.
¿Existirán a tu alrededor personas enviadas por Jesús para anunciarte su resurrección, a las cuales no eres capaz de creerles porque estar prestando demasiado interés a lo difícil y/o a lo que te está entristeciendo? Pidámosle al padre que nos dé la luz que necesitamos para reconocerle presente en medio de lo cotidiano de nuestras vidas y que su amor y gracia nos impulse a tener aplomo de resucitados para no dejarnos intimidar por cualquier cosa.
(P. JLSS)
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