MIÉRCOLES – SEMANA XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO

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(Rom 13, 8-10 / Sal 111 / Lc 14, 25-33)

Las palabras de Jesús en el Evangelio: “¿quién de ustedes, si quiere construir una torre, no se pone primero a calcular el costo, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que, después de haber echado los cimientos, no pueda acabarla y todos los que se enteren comiencen a burlarse de él, diciendo: ‘Este hombre comenzó a construir y no pudo terminar.” ¿cómo las interpretarías en tu vida?

Si nos hemos decidido a seguir al Señor, ya sabemos qué es aquello que más limita nuestro caminar en libertad, la diferencia es que en ocasiones el miedo y la comodidad nos llevan a terminar justificando esas situaciones, es entonces cuando debemos dejar que las palabras de Jesús resuenen en nuestras mentes: “cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo…”

Nuestra preocupación como seguidores de Cristo debe ser amar, no preocuparnos por dejar de hacer, sino por amar. San Pablo enseña “No tengan con nadie otra deuda que la del amor mutuo, porque el que ama al prójimo, ha cumplido ya toda la ley… el cumplimiento pleno de la ley consiste en amar.” No se trata de cumplir con un listado de preceptos sin más, sino de corresponder al amor que el Padre nos ha manifestado.

Pidámosle a Dios nuestro padre que envíe a nuestros corazones el Espíritu Santo para volver a experimentar su inmenso amor en nuestro interior, de tal manera que nuestra mayor preocupación sea compartir el amor que hemos recibido y así hacer presente en el mundo a Aquel que nos amó primero (cf. 1Jn 4, 19-20).

(P. JLSS)

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