(Ez 47, 1-2. 8-9. 12 / Sal 45 / Jn 2, 13-22)

“Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza, quien en todo peligro nos socorre. Por eso no tememos, aunque tiemble, y aunque al fondo del mar caigan los montes.” Escuchar este salmo en torno a esta fiesta debe llevarnos a reflexionar acerca de lo que simbolizan tanto los templos como la existencia del Papa.

El templo es el punto de reunión de los fieles, la presencia de Dios en medio de su pueblo, debe dar seguridad por tener un punto de reunión. El Santo Padre es el vicario de Cristo, el signo visible de unidad de la Iglesia y quien nos hace reconocer el interés del Señor porque alguien vele por nosotros.

Celebrar la dedicación de la Basílica de Letrán es alegrarnos por la consagración de la catedral del Papa, el cumplimiento de las palabras “He elegido y santificado este lugar, dice el Señor, para que siempre habite ahí mi nombre.” Más que celebrar un lugar físico se trata de celebrar todo lo que en esto se representa.

Pidamos a Dios por el Santo Padre, el Papa Francisco, por todos los obispos y sacerdotes que tienen bajo su responsabilidades a las comunidades que cada templo representa. Pidamos también porque todos nos esforcemos porque nuestras comunidades sean lugares de oración y jamás se conviertan en cuevas de ladrones.

(P. JLSS)