(Ex 3, 1-6. 9-12 / Sal 102 / Mt 11, 25-27)
Toda la semana estaremos reflexionando sobre la necesidad que tenemos de aceptar que no somos capaces de compaginar el amor y la gracia de Dios, con el mal o los problemas del mundo; pero al mismo tiempo debemos confiar en que el es amor y nos cuida.
Jesús en el Evangelio lanza una frase que debería ser alentadora en los momentos de duda e incomprensión: “¡Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien…” ¿somos capaces de voltear a Dios en los momentos difíciles? Si Dios nos pidiera comenzar con el cambio necesario ¿qué le responderíamos?
A Moisés, en la primera lectura, Dios le pide algo concreto, “El clamor de los hijos de Israel ha llegado hasta mí y he visto cómo los oprimen los egipcios. Ahora, ve a ver al faraón, porque yo te envío para que saques de Egipto a mi pueblo, a los hijos de Israel…” Moisés titubea un poco al principio pero obedece a Dios.
¿Qué es lo que Dios te está pidiendo en estos momentos? ¿Estás dispuesto(a) a responderle? Si estás pasando por un momento difícil, pídele ayuda al Espíritu Santo, que te dé la serenidad y la paz para poder exclamar antes que cualquier queja: “Bendice al Señor, alma mía, que todo mi ser bendiga su santo nombre. Bendice al Señor, alma mía, y no te olvides de sus beneficios”.
(P. JLSS)
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