(1Re 10, 1-10 / Sal 36 / Mc 7, 14-23)
En ocasiones se confunde inteligencia con sabiduría, o se pueden tener como sinónimos, cuando ser inteligente es tener conocimiento, comprensión, capacidad para resolver problemas; mientras que la sabiduría es el grado más alto de conocimiento, es tener una conducta prudente en la vida o los negocios. Se puede ser inteligente y jamás llegar a ser sabio, pero no se puede ser sabio sin ser inteligente.
Cuando Dios le pregunta al rey Salomón lo que necesitaba para estar tranquilo para ser rey, éste le pide únicamente sabiduría (Cf. 1Re 3, 3-15), al parecer el rey sabía cuál era su mayor necesidad para cumplir con la misión que Dios le había dado. Si Dios te preguntara en estos momentos cuál es tu mayor necesidad ¿Sabrías que responder?
Quien no tiene claro lo que necesita, se va a querer llenar de todo… por ello Jesús ahora nos recuerda que “nada que entre de fuera puede manchar al hombre; lo que sí lo mancha es lo que sale de dentro”, quien conoce a Jesucristo debe reconocer que su mayor necesidad debe ser siempre el amor de Jesús, pues se ha encontrado con la Sabiduría.
De lo que está lleno el corazón, habla la boca (Cf. Lc 6, 45) y donde esté nuestro tesoro allí estará nuestro corazón (Cf. Mt 6, 21) por eso si queremos analizar nuestra manera de vivir, lo tenemos que hacer desde la sabiduría del amor. Si Jesús estorba en tu manera de vivir, no lo justifiques con tu inteligencia, mejor pide el don de la Sabiduría para poder cambiarlo. Padre Santo, no permitas que nos corrompamos por creernos inteligentes.
(P. JLSS)
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