(Hch 2, 14. 22-24. 32-36 / Sal 77 / Flp 2, 6-11 / Jn 3, 13-17)

Aunque la fiesta de la Santa Cruz (antes «Fiesta de la Exaltación de la Cruz») se celebra en la Iglesia el día catorce del mes septiembre, en México se celebra el tres de mayo, día en el que antes de la reforma litúrgica se celebraba la fiesta del «hallazgo de la Santa Cruz», y como esta celebración estaba muy arraigada en nuestro país se pidió autorización para poder celebrar la «Santa Cruz» este día.

¿Qué se celebra este día? ¿El instrumento de tortura? Claro que no, tristemente existen personas queriendo confundir diciendo esto, lo que conmemoramos hoy es el inmenso amor que quedó manifestado en ella. Es afirmar del Señor: “Así, hecho uno de ellos, se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre…”

Cuando uno contempla el Crucifijo no se encuentra con alguien derrotado, se encuentra con alguien entregado, que es muy diferente. Se encuentra con el remedio para todos los males, porque el mismo Señor lo dijo: “Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna” (Leer Nm 21, 4-9).

No olvidemos las hazañas del Señor… Dios nos ama tanto que nos ha entregado a su Hijo único para que creyendo en Él tengamos vida eterna. Dios no lo envió para condenar el mundo, sino para que el mundo se salve por Él. Volteemos a ver al crucificado reconozcamos el remedio a todos los males. «Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, porque con tu santa cruz redimiste al mundo».

(P. JLSS)