(Hch 11, 19-26 / Sal 86 / Jn 10, 22-30)
Justo después de la declaración de pureza de todos los alimentos y del llamado a no considerar impuro nada de lo que Dios ha querido hacer puro, después de que el don de Dios (el Espíritu Santo) se diera incluso a no judíos, hemos escuchado la narración del comienzo de la comunidad cristiana de Antioquia donde por primera vez los discípulos recibieron el nombre de Cristianos.
Y como a ellos, a ti y a mi, se nos pide lo mismo que a ellos, el texto nos dice que Bernabé “…exhortó a todos a que, firmes en su propósito, permanecieran fieles al Señor” eso es lo que se nos pide solamente, ser fieles al Señor, que se nos note que somos de Él ¿quién se encuentra con nosotros puede reconocer a un discípulo de Cristo?
No debemos permitir que nada nos haga dudar del Señor, cuando los fariseos le pidieron que les dijera claramente si era o no el mesías, él les contestó “Ya se lo he dicho y no me creen. Las obras que hago en nombre de mi Padre dan testimonio de mí, pero ustedes no creen, porque no son de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen.”
Padre celestial, te pedimos que envíes a nosotros al Espíritu Santo para manifestar en el mundo tu acción, que se note en nuestra manera de vivir la fe que tenemos en tu amor, en tu compañía y nuestra confianza en ti, siguiendo el ejemplo de nuestro buen pastor, que todo el que nos vea pueda notar que somos cristianos no por meras conductas externas sino por nuestra manera de afrontar la vida.
(P. JLSS)
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