21 de diciembre
(Cant 2, 8-14 / Sal 32 / Lc 1, 39-45)

Siguiendo el orden de las «antífonas de la O», corresponde ahora invocar al Señor bajo el título mesiánico de sol: “Oh Sol que naces de lo alto, resplandor de la luz eterna, sol de justicia, ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte” (cf. Lc 1, 78-79) ¿Tienes claro en qué lugares de tu vida necesitas la luz de Jesucristo?

Ya está cerca la noche buena en la que se nos invitará a reconocer la presencia de Señor en la calma y la serenidad, en medio de la oscuridad de una cueva habremos de reconocerle, para ello debemos aceptar que Dios nos quiere bien y que pone a nuestro alcance todo lo que necesitamos para lograrlo. “Los proyectos de Dios duran por siempre; los planes de su amor, todos los siglos.”

Reconozcamos la voz de Dios que quiere que estemos cerca de Él y nos dice: “levántate, amada mía, hermosa mía, y ven. Mira que el invierno ya pasó; han terminado las lluvias y se han ido…” acerquémonos al misterio de su amor confiando, quien al Señor se acerca jamás quedará decepcionado (cf. Sal 25, 3 y Rm 10, 11).

Padre Bueno, ayúdanos a percibir tu amor en medio de toda oscuridad, que el andar por cañadas oscuras nunca nos atemorice por contar contigo, antes bien nos impulse a esperar la salida del sol que nace de lo alto. «Dichosos lo que hemos creído, porque se cumplirá cuanto nos fue anunciado de parte del Señor».

(P. JLSS)