20 de diciembre
(Is 7, 10-14 / Sal 24 / Lc 1, 26-38)

Invocamos al Señor reconociendo que él puede abrir cualquier sitio si se le permite, diciéndole: “Llave de David, que abres las puertas del Reino eterno, ven a librar a los que yacen oprimidos por las tinieblas del mal.” ¿Reconoces tener necesidad de que Dios actúe en ti?

El rey Ajaz por la dureza de su corazón y su incredulidad se cierra a la posibilidad de que Dios actúe y sarcásticamente dice al profeta Isaías «que no pediría señal alguna, que no tentaría al Señor su Dios», cuando en realidad es que no le interesaba ni pedirla estaba muy acomodado y no quería cambiar ya.

Por su parte María, como fiel creyente, está abierta a los cambios que cumplir la voluntad de Dios le exigen, claro que no exenta de sorpresas, el evangelio incluso nos dice que oír las palabras del Ángel, “ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir semejante saludo”, y en lugar de querer responder “porqués” ella le pide a Dios que le explique los «cómo». “¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco virgen?”

Hoy la invitación es clara, no hay nada que este lo suficientemente cerrado que no pueda ser abierto por Jesucristo, dejemos toda tibieza que nos haga estar cerrados a la acción de Dios y pidamos al Espíritu Santo que nos ayude a transformar todos nuestros porqués limitantes, en cómos que broten de la confianza en Dios.

(P. JLSS)