(Dt 4, 1. 5-9 / Sal 147 / Mt 5, 17-19)

En Jesucristo nos ha llegado la buena nueva: Dios nos ama infinitamente, no quiere que le sintamos lejano y nos ha demostrado con hechos tangibles lo inmenso de su amor, «tanto nos ha amado que nos envió a su Hijo, para que creyendo en Él, tengamos vida eterna; Dios no nos ha enviado a su Hijo para condenarnos sino para que nos salvemos por su medio» (Cf. Jn 3, 16-17).

Es importante reconocer que Jesús «no ha venido a abolir la ley o los profetas; no ha venido a abolirlos, sino a darles plenitud», es decir, la plenitud de la ley se puede comprender más fácilmente si prestamos atención a la revelación, en el Antiguo Testamento se manifestaba la elección y protección de Dios; en el Nuevo, la cercanía y el inmenso amor que nos tiene…

La alerta que se hace en la primera lectura es la misma que se nos y ese hacer a nosotros, si queremos hacernos muy legalistas: “Pero ten cuidado y atiende bien: No vayas a olvidarte de estos hechos que tus ojos han visto, ni dejes que se aparten de tu corazón en todos los días de tu vida”, quien disfruta el amor de Dios y comparte este amor, cumplirá la ley, sin necesidad de tener una lista que contenga aquello que se debe hacer.

Padre hoy te pedimos que nos ayudes a reconocer la grandeza de la compañía de tu Hijo, que nos dejemos impulsar por la gracia siempre, que tu amor dirija nuestros pensamientos, palabras y acciones. Espíritu Santo nos abandonamos a tus inspiraciones, queremos comportarnos como personas amadas por Dios, sabemos que con eso cumpliremos cualquier ley porque amaremos sabiéndonos amados también.

(P. JLSS)