(Ef 5, 21-33 / Sal 128 / Lc 13, 18-21)
Las comparaciones que hoy hace el Señor en el Evangelio con el Reino de Dios son bien bellas, tanto la de la semilla de mostaza como la de la levadura, ambas tienen algo común, en ninguna de éstas el resultado es instantáneo, en ambos casos es algo que comienza a ser y continúa creciendo
¿Permites que el Evangelio te siga sorprendiendo? Para que algo produzca fruto es necesario que esté maduro y cuente con las características y elementos necesarios. Así nosotros, si queremos que el Evangelio produzca fruto en nuestro interior debemos ser conscientes que no serán instantáneos.
Los frutos del amor y la gracia de Dios, se irán dando poco a poco en nosotros conforme hagamos bien aquello que nos corresponde hacer, iremos descubriendo con el paso del tiempo aquello nuevo que se nos pide. Si prestamos atención a la lectura de San Pablo, lo que les pide a los esposos es cumplir con su deber de agradarse y santificarse mutuamente.
¿Tienes claro qué es aquello que en estos momentos te corresponde hacer? ¿Estás poniendo todo tu empeño en lograr hacerlo lo mejor posible? Vamos a pedirle a Dios Padre que nos ayude para perseverar en nuestras responsabilidades confiados en su amor y gracia. “Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos: comerá del fruto de su trabajo, será dichoso, le irá bien.”
(P. JLSS)
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