Martirio de San Juan Bautista
(1Tes 2, 1-8 / Sal 138 / Mc 6, 17-29)

Benedicto XVI en una Audiencia General, el 29 de agosto de 2012, desde Castelgandolfo, nos enseñaba lo antigua y profunda que es la veneración a San Juan Bautista en la Iglesia: «La memoria de hoy se remonta a la dedicación de una cripta de Sebaste, en Samaría, donde, ya a mediados del siglo IV, se veneraba su cabeza… [cuyo culto se expandió en la Iglesia] En el Martirologio romano se hace referencia a un segundo hallazgo de la preciosa reliquia, transportada, para la ocasión, a la iglesia de San Silvestre en Campo Marzio, en Roma.»

En el Martirio del Bautista podemos reconocer la grande esclavitud que puede producir la soberbia, porque aunque Herodes admiraba a Juan, al parecer admiraba más su corona y su imagen, que bastó un baile y el «qué dirán» de sus invitados para mandar decapitar a Juan. “El rey se puso muy triste, pero debido a su juramento y a los convidados, no quiso desairar a la joven, y enseguida mandó a un verdugo que trajera la cabeza de Juan.”

Quienes confían en Dios, como Juan, deben tener centrada su atención en Él solamente porque es muy fácil dejarse confundir por la lógica del mundo. Testimonio de esta confianza en Dios lo hemos escuchado en Pablo, “predicamos el evangelio de acuerdo con el encargo que Dios, considerándonos aptos, nos ha hecho, y no para agradar a los hombres, sino a Dios, que es el que conoce nuestros corazones.”

Padre que el testimonio de Juan nos impuse para no dejarnos engañar por ningún problema ni amenaza, que el Espíritu Santo nos auxilie para tener sólo en ti puesta nuestra confianza y que nunca se nos olviden las palabras de tu Hijo “Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.”

(P. JLSS)