(Gn 13, 2. 5-18 / Sal 14 / Mt 7, 6. 12-14)

¿Cómo anda tú confianza en el Señor? Ayer meditamos cómo Abram, que confiaba plenamente en Dios, supo escucharle más a Él que a otra cosa; hoy hemos escuchado otra cualidad de quien tiene su confianza puesta en Dios, no es aferrado, sabe ceder y acepta la voluntad divina.

“Que no haya pleitos entre tú y yo ni entre nuestros pastores, pues tú y yo somos hermanos. Tienes todo el país por delante. Sepárate de mí. Si te vas por la izquierda, yo me iré por la derecha; y si tú tomas la derecha, yo tomaré la izquierda”. Con estas palabras Abram prefiere separarse físicamente de su sobrino, antes de hacerse daño.

Cuando uno se aferra a algo, ya sea material o personal, terminará por ignorar a todo mundo y hasta a Dios, por ello debemos revisar cuáles son esas cosas a las que ir podamos estar demasiado apegados y reconocer que es aquello que debemos de dejar. «No demos a los perros las cosas santas ni echemos nuestras perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen y después se vuelvan contra nosotros y nos despedacen».

Dejemos que el Espíritu Santo nos ilumine para purificar nuestra esperanza, permitamos que el amor de Dios nos impulse a «tratar a los demás como queramos que ellos nos traten» y no olvidemos que para ser gratos a los ojos de Dios nuestra mayor preocupación debe ser amar.

(P. JLSS)