(Hch 20, 17-27 / Sal 67 / Jn 17, 1-11)
Hoy pediremos al Espíritu Santo que nos aumente en nosotros el deseo de perseverar en la fe, en el deseo de conocer cada vez con mayor profundidad a nuestro Señor Jesucristo, pues creemos en sus palabras y sabemos Padre que “la vida eterna consiste en que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado.”
Perseverar será más sencillo si tenemos presente la poderosa intercesión del Señor Jesucristo por nosotros y permitimos que por medio del Espíritu Santo, esa intercesión fructifique en nosotros. “Te pido por ellos; no te pido por el mundo, sino por éstos, que tú me diste, porque son tuyos…. Ya no estaré más en el mundo, pues voy a ti; pero ellos se quedan en el mundo.”
Por lo qué a nosotros toca, debemos tener presente la misión que Dios nos ha confiado y la gracia con la que nos capacita para lograrlo. Vivir confiados en la meta que tenemos, en la compañía del Señor y en el amor constante del Padre Celestial. No debemos olvidarnos jamás de ello. Meta, compañía y amor están seguras por medio de Jesucristo.
Que hermoso sería poder decir como San Pablo: “Pero la vida, para mí, no vale nada. Lo que me importa es llegar al fin de mi carrera y cumplir el encargo que recibí del Señor Jesús…” Pablo no despreciaba esta vida, sino que había experimentado la vida en abundancia (cf. Jn 10, 10) y aquí no la experimentaba en plenitud (cf. Flp 1, 21). Dios fortalezca nuestra esperanza para anhelar cada vez con mayor intensidad alcanzar nuestra meta.
(P. JLSS)
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