(St 1, 12-18 / Sal 93 / Mc 8, 14-21)

Las palabras del salmo: “Señor, dichoso aquel a quien tú educas y enseñas a cumplir tus mandamientos; cuando lleguen las horas de desgracia, no perderá el sosiego”. Nos deben llevar a cuestionarnos acerca de nuestra confianza en Dios. ¿Eres capaz de pensar en Dios aún en medio de los momentos difíciles o incomprensibles?

Hay una realidad en muchos de nosotros en lo que si que nos hemos comportado como hijos frente a Dios, en más de una ocasión me tocó escuchar el reclamo de algún hijo a su papá o mamá por lo que hacía falta en casa (por mirarlo como obligación de éste), pero pocas veces me tocó escuchar un agradecimiento por todo lo que sí se les había dado ¿Verdad que si nos hemos comportado de manera semejante?

A los discípulos en el Evangelio, pareciera haberles pasado algo semejante, teniendo a Jesús con ellos se preocuparon más por el pan que podía faltar, que confiar en su compañía, por ello Jesús les reprocha “…¿Todavía no entienden ni acaban de comprender? ¿Tan embotada está su mente? ¿Para qué tienen ustedes ojos, si no ven, y oídos, si no oyen?…” contamos con el Hijo de Dios, basta que confiemos en Él más que en nuestras carencias.

La carta del apóstol Santiago nos invita a ser responsables y a no querer culpar a nadie de nuestros pecados, mucho menos a Dios. “No se equivoquen, queridos hermanos: Todo beneficio y todo don perfecto viene de lo alto, del creador de la luz, en quien no hay ni cambios ni sombras”. ¿Necesitas algo hoy? Reconoce al Señor que te acompaña, no estás solo(a), no acudas a refugios baratos.

(P. JLSS)