Fiesta de los santos Felipe y Santiago, apóstoles
(1Cor 15, 1-8 / Sal 18 / Jn 14, 6-14)

“Les recuerdo el Evangelio que yo les prediqué y que ustedes aceptaron y en el cual están firmes. Este Evangelio los salvará, si lo cumplen tal y como yo lo prediqué”… con estas palabras san Pablo comienza el tema de la resurrección de los muertos a los corintios, habla de a quienes se le apareció Jesús resucitado y menciona a Santiago, uno de los apóstoles que hoy festejamos.

De Santiago (el menor), hijo de Alfeo, se sabe muy poco, fue obispo de Jerusalén y en la Biblia podemos encontrar una carta que se le atribuye en la que encontramos un principio muy importante de nuestra fe: la fe sin obras está muerta (cf. Sant 2, 26). En Santiago podemos reconocer una vez más que el discípulo verdadero no busca protagonismo, sino que con hacer lo que a uno le toca, confiando en Dios basta.

Felipe, fue uno de los primeros a los que llamó Jesús, antes de la multiplicación de los panes Jesús le pregunta donde comprarían pan para dar de comer a tanta gente (cf. Jn 6, 5-7); es Felipe quien le pide al Señor que le muestre al Padre y con eso le bastaba, a lo que el Señor responde “Quien me ve a mí, ve al Padre”. En este apóstol podemos identificarnos, cuando nuestra fe vacila y la condicionamos a cuestiones personales.

Ambos apóstoles fueron fieles a lo que el Señor les había encargado, pidamos por su intercesión, también ser fieles nosotros en aquello que el Señor nos ha encargado, que siendo dóciles al Espíritu Santo, seamos buenos discípulos y fieles testigos de que el Señor está vivo y sigue actuando en el mundo.

(P. JLSS)