Fiesta de la Santa Cruz
(Hch 2, 14. 22-24. 32-36 / Sal 77 / Jn 3, 13-17)
“…Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él”. Esta última frase del Evangelio que hemos compartido hoy debe de resonar en nuestras mentes siempre; tristemente, muchas predicaciones parecieran lo contrario, como si este acto hubiera sido para provocar culpas en lugar de libertad.
Si tu espiritualidad se basa en la culpa y el sufrimiento, quizá haga falta que te dejes amar más por Dios; ya que debería basarse en el reconocimiento de que el amor que Dios te tiene es más grande que cualquier sufrimiento y muerte, que ni eso lo frena. Aunque quisieron acabar con el Señor “Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte, ya que no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio”
El Señor se ofreció por nosotros, no lo agarraron de sorpresa Él aceptó hacerlo así (cf. Jn 10, 18), lo hizo porque nos quiere libres y quiere que acudamos a Él en busca de todo lo que necesitamos: “Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna”. ¿Te dejas atraer por el Señor?
Los israelitas supieron reconocerse «mordidos por la serpiente» (cf. Nm 21, 5-9), necesitados del remedio que Dios les ofrecía (cf. Sab 16, 6-7), así nosotros al conmemorar la Cruz, no conmemoramos una “herramienta de tormento” como dijeran algunos, lo que hacemos es reconocer la manera en que has dejado patente tu amor por nosotros, nuestra redención y el lugar donde podemos acudir cada que seamos amenazados por alguna serpiente (pecado).
(P. JLSS)
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