(Is 49, 1-6 / Sal 70 / Jn 13, 21-33. 36-38)

En esta preparación para la celebración del Triduo Pascual, es providencial la aclamación anterior al Evangelio de este día: “Señor Jesús, Rey nuestro, para obedecer al Padre, quisiste ser llevado a la cruz como manso cordero al sacrificio”. Debemos evitar que se nos olvide esto, el Señor ha tomado la firme determinación de entrar a Jerusalén para que seamos libres.

Por este acto de amor desbordante, es que el profeta Isaías dice: “es poco que seas mi siervo sólo para restablecer a las tribus de Jacob y reunir a los sobrevivientes de Israel; te voy a convertir en luz de las naciones, para que mi salvación llegue hasta los últimos rincones de la tierra…” ¿te dejas atraer por el amor de nuestro Señor Jesucristo?

Es fácil juzgar a Judas desde una postura triunfalista o bonachona, pero si nos detenemos a pensar un poco en todo lo que Él estaba viviendo: el miedo, la incertidumbre, el interés económico, etcétera, podríamos cuestionarnos acerca de nuestra manera de actuar cuando pasamos por mismas circunstancias ¿Optamos por Jesus? ¿Nos dejamos invadir por el miedo?

Aprendamos de la firme determinación del Señor, abandonémonos al impulso del amor y de la gracia de Dios, dejemos que el Espíritu Santo transforme nuestro miedo en confianza. No vaya ser que por acelerados se nos pudiera decir: “yo te aseguro que no cantará el gallo, antes de que me hayas negado tres veces.”

(P. JLSS)