(Hch 11, 19-26 / Sal 86 / Jn 10, 22-30)

La misericordia de Dios es inmensa, su amor se nos ofrece a todos por igual, él quiere que todos nosotros nos salvemos y lleguemos al conocimiento de la verdad (cf. 1Tim 2, 4) va a depender de cada uno de nosotros, de nuestra aceptación o de nuestro rechazo.

Hemos escuchado como el Señor se vale hasta de las persecuciones para que su palabra llegue a todas partes, tal y como sucedió con aquellos que se habían dispersado por la persecución desatada contra los creyentes en el Señor, a donde llegaban anunciaban el Evangelio, se había extendido tanto la fe que hasta hay necesidad de enviar a Bernabé a Antioquía.

Entonces tenemos al Buen Pastor que nos ofrece su cuidado, amor y compañía, quienes le rechazan perseguirán a todos los que crean y estarán los también aquellos que como los personajes del Evangelio dirán siempre cosas semejantes “si tú eres el mesías dímelo claramente”. Obtendrán la misma respuesta: que vean las obras de Jesús.

¿A quienes te pareces más? ¿A quién le rechaza, a quien duda siempre o a quien le acepta? Quien acepta a Jesús no debe dejar que las persecuciones le hagan dudar, y teniendo presentes sus palabras: “Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás; nadie las arrebatará de mi mano”, debe perseverar, dejémonos abrazar y proteger por nuestro Pastor, no estamos solos.

(P. JLSS)