(Hch 11, 1-18 / Sal 41 y 42 / Jn 10, 1-10)
Desde ayer comenzamos a meditar en Jesús como nuestro pastor, tras escuchar “Yo soy el buen pastor, dice el Señor; yo conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí…” debemos aceptar dos cosas: lo primero es, que él nos conoce; lo segundo, es reconocer qué tanto le conocemos nosotros a Él.
La visión de Pedro por la cual se deja de lado, eso de la pureza de los alimentos, comienza con la frase: “No tengas tú por impuro lo que Dios ha hecho puro. Esto se repitió tres veces y luego todo fue recogido hacia el cielo” nos hace mucha falta recordar esto hacia nosotros mismos, Dios nos ha querido hacer puros.
Por esta razón, que no haya pretexto para acercarse a Dios, reconozcamos la necesidad que tenemos de Él, hagamos nuestras las palabras del Salmo: “como el venado busca el agua de los ríos, así, cansada, mi alma te busca a ti, Dios mío”. Y acudamos a Él confiados, les aseguro que en el fondo, es él mismo lo que nos hace falta.
Señor Jesús, tú nos dijiste: “Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas… quien entre por mí se salvará, podrá entrar y salir y encontrará pastos. El ladrón sólo viene a robar, a matar y a destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.” Ayúdanos en nuestras dificultades y por medio de tu espíritu revitaliza todo nuestro ser.
(P. JLSS)
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