(Ez 47, 1-9. 12 / Sal 45 / Jn 5, 1-3. 5-16)

“Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza, quien en todo peligro nos socorre. Por eso no tememos, aunque tiemble, y aunque al fondo del mar caigan los montes…” el mensaje del Evangelio radica en la generosidad de Dios que nos ama profundamente y por pura generosidad suya hemos sido salvados ¿vamos a temer a quien está de nuestro lado?

Jesucristo ha dejado de manifiesto que Dios nos quiere viviendo libremente, ya ninguno de nosotros puede caer en el error de vivir como el personaje del Evangelio que siente que no ha podido ser curado porque “no tiene a nadie que le arrime a donde puede encontrar la sanación…” nosotros contamos con Jesucristo de nuestro lado para no andar creyendo lo mismo.

Entremos a ese torrente de gracia que nos ofrece Dios en Jesucristo, y del cual nos habla el profeta Ezequiel, no solo es una corrientita sino una gran torrente que no solo sirve para mojar sino que puede producir frutos y darnos toda medicina que podamos llegar a necesitar.

Pidámosle a nuestro Padre Celestial que nos ayude a abandonarnos a la fuerza de su gracia para que su espíritu actúe en libertad en nosotros y nos transforme, digámosle con nuestras propias palabras la frase de la aclamación: “Crea en mí, Señor, un corazón puro y devuélveme tu salvación, que regocija…”

(P. JLSS)