(Mal 3, 1-4 / Sal 23 / Lc 2, 22-40)

Hoy celebramos la fiesta de la presentación del Señor (Hypapante, Encuentro), el día en que José y María, como personas fieles y piadosas que eran, acuden al templo para cumplir con lo prescrito en la Ley y son testigos del Encuentro del Mesías con su pueblo Israel en las personas de Simeón y de Ana, dos ancianos que nunca se desanimaron de esperar la llegada del Señor.

En Simeón y Ana podemos encontrar un gran ejemplo, ellos representan al pueblo de Israel que aguardaba al Mesías, cansado de tantas situaciones injustas e incomprensibles, pero con su mirada puesta en Dios, no dejándose desanimar tan fácilmente y atentos para reconocer su llegada.

“Cristo es la luz que alumbra a las naciones y la gloria de tu pueblo, Israel…” ¿nos dejamos iluminar por Él o permitimos que cualquier cosa nos ciegue o encandile? Tener la mirada en Dios, creer en Él, no significa ausencia de sufrimiento, significa estar bien cimentados y el conocimiento de que nada nos podrá vencer porque contamos con Él.

Padre, por el amor que nos tienes nos has enviado a Jesucristo, con él a nuestro lado sabemos que nada nos puede vencer, te pedimos Espíritu Santo que fortalezcas en nuestro interior esta certeza para no vivir con temor. Hoy que celebramos el día de la candelaria, quizá no podamos ir a los templos, pero les invito a encender una vela en su casa, apagar los focos, cerrar persianas o cortinas y a la luz de la llama pensar en Cristo, hablar con Él y pedirle que ilumine todas esas «oscuridades» que podamos estar viviendo. Como Simeón y Ana reconozcamos su luz que llega en la sencillez, no aparatosamente.

(P. JLSS)