(Hch 2, 36-41 / Sal 32 / Jn 20, 11-18)
Hay una pregunta que se repite en el Evangelio que escuchamos este día: «¿por qué estás llorando?» Es hecha por primera vez por los ángeles y después por el mismo Señor resucitado, sólo que él le adiciona otra más: «¿A quién buscas?». Este día somos invitados a meditar esto, qué nos entristece y a quién buscamos.
La primera pregunta es ¿Por qué lloras?, se hace frente al sepulcro vacío… estamos celebrando el día del triunfo del Señor y es en este ambiente en el que se nos pregunta por qué lloramos, digámosle: “En el Señor está nuestra esperanza, pues él es nuestra ayuda y nuestro amparo. Muéstrate bondadoso con nosotros, puesto que en ti, Señor, hemos confiado”.
Y ahora, frente a Jesús glorioso y resucitado, respondamos la segunda pregunta: ¿a quién buscamos? En medio de nuestras lágrimas e insatisfacciones ¿le buscamos con plena confianza en su poder que trasciende toda dificultad humana? Aceptemos esto y refugiémonos en Dios, con él a nuestro lado jamás tropezaremos.
Pidámosle al Espíritu Santo que acreciente nuestra confianza en Dios, que hagamos nuestras las palabras de San Pedro y le creamos: “Porque las promesas de Dios valen para ustedes y para sus hijos y también para todos los paganos que el Señor, Dios nuestro, quiera llamar, aunque estén lejos.” Aunque estemos lejos, Dios nos da la misma oportunidad para alcanzar su amor, acerquémonos a Él aún en medio de nuestras lágrimas, porque mucho dependerá del lugar donde busquemos, aquello que vayamos a encontrar. ¿Por qué buscar entre lo muerto al que está vivo?
(P. JLSS)
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