(2Re 17, 5-8. 13-15. 18 / Sal 59 / Mt 7, 1-5)

Después de haber escuchado el día de ayer acerca de la necesidad que tenemos de responder a la pregunta acerca de quién es Jesús para nosotros, debemos estar prontos para reconocer cuando nos dice llama y nos pide cambiar ciertas cosas. Así como en la Primera Lectura escuchamos que reconocían aquello que era fruto de sus desobediencia.

De una u otra manera Dios nos hace saber siempre que debemos de cambiar: “Enderecen sus malos caminos y cumplan mis mandamientos y preceptos, conforme a la ley que impuse a sus padres y que les manifesté por medio de mis siervos, los profetas…” por ello, nuestra mayor preocupación debe ser siempre, obedecer a Dios y preocuparnos sobre aquello que debemos cambiar cada uno de nosotros.

“La palabra de Dios es viva y eficaz, y descubre los pensamientos e intenciones del corazón…” dejemos que esta palabra penetre lo más profundo de nuestro ser, aceptemos aquello que nos está pidiendo cambiar, sin pretextos ni justificaciones y abandonémonos a su acción.

Si estamos teniendo demasiado tiempo para ver la vida de los demás, lo más seguro es que ya dejamos revisar aquello que debemos cambiar en nosotros mismos. Recordemos las palabras del Señor: “¿Con qué cara le dices a tu hermano: ‘Déjame quitarte la paja que llevas en el ojo’, cuando tú llevas una viga en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga que tienes en el ojo, y luego podrás ver bien para sacarle a tu hermano la paja que lleva en el suyo.”

(P. JLSS)