(2 Cor 6, 1-10 / Sal 97 / Mt 5, 38-42)
Jesús en el Evangelio de este día nos ha enseñado la primacía de la caridad, este don debe estar en nosotros tan acentuado que aún en los casos de ofensa o abuso, de injusticia o justicia a nuestro favor, nuestra disposición siempre debe estar puesta en el perdón y la generosidad.
“Como colaboradores que somos de Dios, los exhortamos a no echar su gracia en saco roto”. ¿Existen situaciones en las cuales, por estar aferrado(a) o por costumbre, no permitas a Dios que actúe? Quien se sabe amado, ama, es feliz y goza la libertad. Pidámosle a Dios que acreciente nuestra caridad (la virtud por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos).
Sigamos el ejemplo de los apóstoles, ellos se dejaban mover por el Espíritu Santo, por eso daban pruebas de ser servidores de Dios con todo lo que soportaban y por como procedían… ¿tus acciones manifiestan a una persona con fe o a una persona sin ella?
Pidamos al Espíritu Santo, que nos conceda fortalecer nuestra esperanza para aspirar siempre a los bienes del cielo y que por su fuerza, Jesús se convierta en nuestra mayor riqueza y dar testimonio de nuestra esperanza. «Somos los «impostores» que dicen la verdad; los «desconocidos» de sobra conocidos; los «moribundos» que están bien vivos; los «condenados» nunca ajusticiados; los «afligidos» siempre alegres; los «pobres» que a muchos enriquecen; los «necesitados» que todo lo poseen».
(P. JLSS)
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