(Hch 19, 1-8 / Sal 67 / Jn 16, 29-33)
Tras la celebración de la Ascención del Señor, nuestra oración y nuestros pensamientos deben girar en torno a la promesa que el Señor nos ha hecho de enviarnos su Espíritu para pedir que reavive este don en nosotros el día de Pentecostés.
Nosotros profesamos que el Espíritu Santo habita en nosotros desde el bautismo, no podemos vivir como si «nunca hubiéramos escuchado decir que existe el Espíritu Santo», nosotros sabemos que “Juan bautizó con un bautismo de conversión, pero advirtiendo al pueblo que debían creer en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús.”
En el Evangelio escuchamos cómo los discípulos entusiasmados por las palabras del Señor afirman creer que Jesús fue enviado por Dios, ante este entusiasmo teórico Jesús les anuncia que se dispersarían y le dejarían solo… ¿tu fe se fundamenta en mera teoría o en el poder del Señor?
Pidámosle al Padre que nos envíe al Espíritu Santo, que descienda sobre nosotros y elimine de nosotros todo miedo a cualquier amenaza, no estamos solos. Que el Espíritu Santo confirme nuestra fe en el Señor y ante la duda, recordemos sus palabras: “En el mundo tendrán tribulaciones; pero tengan valor, porque yo he vencido al mundo.”
(P. JLSS)
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