(1Jn 3, 22-4, 6 / Sal 2 / Mt 4, 12-17. 23-25)

Ayer celebramos la Epifanía, la manifestación del Señor a todos los pueblos, o con palabras del profeta Isaías: “Sobre los que vivían en tierra de sombras una luz resplandeció”. ¿Qué tanta atención estamos prestando a Cristo? ¿Le contemplamos con la misma intensidad que a las dificultades que se nos presentan?

Debemos hacer caso a San Juan, “hermanos míos, no se dejen llevar de cualquier espíritu, sino examinen toda inspiración para ver si viene de Dios…”, quienes creemos en Jesucristo sabemos que el es poderoso, por ello debemos evitar toda reacción impulsiva y aguardar con paciencia y aceptación la voluntad de Dios.

Y está espera la debemos hacer cumpliendo su mandamiento, “ahora bien, éste es su mandamiento: que creamos en la persona de Jesucristo, su Hijo, y nos amemos los unos a los otros, conforme al precepto que nos dio”. Creer en el Señor y obedecerle en amarnos.

Padre, tú enviaste a tu Hijo al mundo para demostrarnos la grandeza de tu amor por nosotros, somos conscientes del amor que nos tienes, sin embargo, la incertidumbre y el dolor nos distraen y no nos dejan experimentar ese amor. Por ello te pedimos que descienda tu Espíritu Santo a nuestros corazones para mantenernos firmes aún en la adversidad. Danos tu amor y gracia, eso nos basta.

(P. JLSS)