(Rm 14, 7-12 / Sal 26 / Lc 15, 1-10)
Con que nos quedáramos con invitación que el Señor nos hace en la aclamación anterior al Evangelio de este día sería muy provechoso: “Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los aliviaré, dice el Señor”. Que nos acercáramos a Él siempre que nos sintamos cansados y no a otros sitios.
El Señor siempre nos está esperando, quiere que experimentemos su misericordia y que por su amor nos transformemos, cada día él nos pone los medios que esto suceda: “Yo les aseguro que también en el cielo habrá más alegría por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos, que no necesitan arrepentirse.”
Tenemos que tener algo bien claro, desde nuestro bautismo somos hijos adoptivos de Dios y, como buen padre, no quiere que ninguno de sus hijos nos perdamos, debemos procurar vivir como lo que somos: sus hijos. Esforcémonos por vivir conscientes del amor que nos da y siendo dóciles al poder de su gracia.
Padre Santo agradecemos tu amor por nosotros, te pedimos que por medio del Espíritu Santo nos fortalezcas y que podamos vivir con la tranquilidad de sabernos en tus manos. “Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Por lo tanto, ya sea que estemos vivos o que hayamos muerto, somos del Señor.” Estando en tus manos nada podrá pasarnos.
(P. JLSS
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