(Hch 22, 30; 23, 6-11 / Sal 15 / Jn 17, 20-26)

Quien se sabe amado, por lo general, no anda buscando conflictos ni división; buscará conciliación más que conflicto. Por ello quien cree en Jesucristo debería procurar más que esto, ya que se ha encontrado con la misericordia, con un amor que rebasa su lógica y sus capacidades.

Jesús le da una importancia tremenda a la unidad, “Padre, no sólo te pido por mis discípulos, sino también por los que van a creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti somos uno, a fin de que sean uno en nosotros y el mundo crea que tú me has enviado”. La muestra más grande de que creemos en Él.

San Pablo aprovechó precisamente la división entre fariseos y saduceos para su juicio, es que donde hay división, la verdad se está dejando de lado. Uno de los golpes más grandes a nuestra fe cristiana ha sido el proselitismo de lo que nos divide, en lugar de contemplar lo que nos une.

Creemos en Jesucristo, dejemos que el Espíritu Santo, hacedor de la unidad y de la paz nos invada, para nunca perdernos en disfunciones sin sentido, que siempre busquemos más la unidad que la división, y en el momento de duda o miedo, repetir las palabras del salmo: “Protégeme, Dios mío, pues eres mi refugio. Yo siempre he dicho que tú eres mi Señor. El Señor es la parte que me ha tocado en herencia; mi vida está en sus manos”.

(P. JLSS)