(Hch 18, 1-8 / Sal 97 / Jn 16, 16-20)
“Les aseguro que ustedes llorarán y se entristecerán, mientras el mundo se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero su tristeza se transformará en alegría.” Con estas palabras Jesús habla en forma un tanto velada a sus discípulos acerca de su muerte y resurrección, estas mismas palabras deben resonar en nuestra mente cuando el sufrimiento se presente.
Quienes creemos en Jesucristo somos conscientes de su triunfo frente a la muerte y el pecado y tenemos nuestra esperanza en la vida eterna que gozaremos a su lado, por eso en los momentos de dificultad debemos tender hacia él, a ningún otro lado, como dijera san Pablo «puesto que hemos resucitado con Cristo debemos buscar los bienes de arriba donde está él sentado a la derecha de Dios» (cf. Col 3, 1).
Escuchamos en la primera lectura el principio de la estadía Pablo en Corinto, como no llegó con su equipo evangelizador se puso a trabajar con una familia y predicaba sólo los sábados hasta que llegaron Silas y Timoteo y pudo dedicarse por completo a la evangelización, demostrando nuevamente su apertura a la novedad de Dios es aquí donde decide dirigir su predicación a los paganos.
¿Existe alguna dificultad en estos momentos de tu vida que no le hayas permitido a Dios involucrarse? ¿Eres dócil a la acción del Espíritu Santo y a lo novedad que él te pudiera llegar a pedir? Muchas veces es nuestra cerrazón o terquedad lo que no permite a Dios actuar, pidámosle la capacidad de abrirnos a su acción aun cuando esto no sea conforme a nuestros criterios.
(P. JLSS)
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