(Est 4, 17 / Sal 137 / Mt 7, 7-12)

Ante las dificultades que trae la vida ¿acudes al Señor o te desesperas fácilmente? Esta semana hemos venido meditando sobre nuestra capacidad para escuchar la palabra de Dios cuando existen necesidades particulares. ¿Tienes claridad en qué es lo que necesitas? ¿Ya le pediste a Dios que te ilumine y proteja?

En la primera lectura Ester, no se deja impresionar por lo que se le avecinaba ni por sus miedos, los enfrenta, no sin antes acudir a Dios y ponerse en sus manos: “Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob, ¡bendito seas! Protégeme, porque estoy sola y no tengo más defensor que tú, Señor, y voy a jugarme la vida…” confió más en Dios que en sus miedos.

En el Evangelio Jesús nos invita a confiar en Dios, a pedir por nuestras necesidades insistentemente; “Si ustedes, a pesar de ser malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, con cuánta mayor razón el Padre, que está en los cielos, dará cosas buenas a quienes se las pidan.”

Cuando uno se deja invadir por el miedo puede cometer muchas injusticias y pecados, contra los demás y contra uno mismo. Jesús dice en el Evangelio que en «tratar a los demás como nos gustaría que nos tratasen» en eso se resumen la ley y los profetas… por eso hoy Padre Celestial, te pedimos que quites de nosotros cualquier miedo que esté limitando la libertad que tú nos das, aumenta nuestra confianza en ti. Esclavos solamente de tu amor y de tu gracia.

(P. JLSS)