JUEVES – DÍA V DE LA OCTAVA DE NAVIDAD

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(1Jn 2, 3-11 / Sal 95 / Lc 2, 22-35)

“El que afirma que permanece en Cristo debe de vivir como él vivió…” pocas frases deben confrontarnos tanto como esta ¿vivo amando como el Señor vivió? Juan es muy claro a la hora de invitarnos a dar testimonio de nuestra fe, para reconocerlo basta con que revisemos nuestro amor.

Si hemos conocido a Jesús, nos hemos encontrado con el Amor, se nos debe de notar. A quien se sabe amado se le nota, tras nuestro encuentro con Jesús debemos grabarnos las palabras del Salmo como una consigna: “Proclamemos su amor día tras día, su grandeza anunciemos a los pueblos; de nación en nación, sus maravillas.”

A Simeón el mero encuentro con el Niño Jesús en el templo le bastó para estar seguro de su salvación, a tal grado que bendice a Dios diciendo “Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo, según lo que me habías prometido, porque mis ojos han visto a tu Salvador…” es capaz de reconocer en ese Niño todas las promesas de Dios cumplidas.

¿Somos capaces de reconocer en Cristo las respuestas a todas nuestras interrogantes, el remedio para todas nuestras necesidades? El que se sabe amado se libra de resentimientos, pidámosle a Dios una experiencia fuerte de su amor para poder amar más. “Quien afirma que está en la luz y odia a su hermano, está todavía en las tinieblas. Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza. Pero quien odia a su hermano está en las tinieblas, camina en las tinieblas y no sabe a dónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos.”

(P. JLSS)

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