(Sir 3, 3-7. 14-17 / Sal 127 / Mt 2, 13-15. 19-23)
Dentro de la octava de Navidad se nos invita a celebrar la Fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José, pero ¿qué es lo que hace que esta familia sea «sagrada»? La presencia del Señor en ella, es su presencia la que trae paz y lleva a cada miembro de la misma a realizar su función en un ambiente de interdependencia.
Navidad debe llevarnos a abrir también las puertas de nuestros hogares al Señor y pedirle que habite en medio de todos los miembros de nuestras familias, que sea el disfrutar de su presencia lo que nos lleve a hacer lo que nos toca y a buscar mediante el amor una convivencia sana.
El mandamiento de hogar al padre y madre es el único acompañado de bendición (cf. Ex 20, 12), el sirácide dice: “Quien honra a su padre, encontrará alegría en sus hijos y su oración será escuchada; el que enaltece a su padre, tendrá larga vida y el que obedece al Señor, es consuelo de su madre…” y Pablo también exhorta a vivir en el orden dentro de las familias (cf. Ef 6, 1-4).
Por ello hoy les invito a pedir por nuestras familias, por todo aquello que nosotros reconocemos que se está viviendo en ellas que no es conforme a la voluntad de Dios, invitemos a Jesús a que conviva con nosotros, que su presencia disipe toda soberbia, tristeza, resentimiento y haga brotar en ellas la comprensión, la serenidad, la paz…
(P. JLSS)
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