(Hch 3, 11-26 / Sal 8 / Lc 24, 35-48)

Cuando tomamos la decisión de seguir a Jesús, será inevitable que surjan en nosotros sentimientos de indignidad, incluso de incredulidad, por la simple y sencilla razón de que la misericordia de Dios rebasa nuestra lógica, su debilidad supera nuestra fuerza (Cf. 1Cor 1, 25).

Ante el misterio de la Misericordia de Dios, debemos dejarnos sorprender y exclamar como el salmista: “¡Qué admirable es, Señor y Dios nuestro, tu poder en toda la tierra! ¿Qué es el hombre, para que de él te acuerdes; ese pobre ser humano, para que de él te preocupes?” Y abandonarnos a ello.

En la predicación de Pedro se nos ha recordado el poder de la fe, como el paralítico fue curado de aquello que le tenía postrado por creer en Dios y en que las promesas de Dios podían cumplirse en él ¿te atreves a aceptar este misterio en tu vida? Acepta que el amor que Dios te tiene es más fuerte que tus criterios.

Cuando uno lee el pasaje de los discípulos de Emaús en el Evangelio de Marcos (16, 12-13) se nos dice que aun escuchando su testimonio, no creyeron. Hoy escuchamos como pudieron creer, Jesús “les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras.” Pidamos a nuestro Señor que abra nuestro entendimiento para lograr abandonarnos al misterio de su amor por nosotros.

(P. JLSS)