Solemnidad de la Epifanía del Señor
(Is 60, 1-6 / Sal 71 / Ef 3, 2-3. 5-6 / Mt 2, 1-12)

Después de reflexionar la semana pasada sobre la sagrada familia y como lo que hace de ella algo «sagrado» es la presencia de Jesús, hoy la Iglesia nos invita a celebrar la Epifanía del Señor, su Manifestación, a todos los pueblos. “Mira: las tinieblas cubren la tierra y espesa niebla envuelve a los pueblos; pero sobre ti resplandece el Señor y en ti se manifiesta su gloria.”

Epifanía viene del término griego «epiphainein» que significa manifestar, de la raíz «phainein» (mostrar, hacer aparecer), «Epi» (estar encima de aquello que aparece, que brilla, o bien, viendo desde lo alto, desde donde no se puede ver). En esta solemnidad celebramos que Cristo vino a todos nosotros, su manifestación a los gentiles.

Nosotros al igual que los magos somos invitados a seguir los signos que Dios nos pone en nuestro camino para encontrarnos con su Hijo, y reconocer en el misterio de su persona lo que Pablo conoció por revelación: “que por el Evangelio, también los paganos son coherederos de la misma herencia, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la misma promesa en Jesucristo.”

Todos somos llamados a ponernos en camino para encontrarnos con el Señor, presentarle nuestras ofrendas y dejar que su misterio rebase e ilumine todas nuestras oscuridades y hacer que toda nuestra realidad cambie por razón de este encuentro. Dejémonos sorprender por su manifestación en nosotros y que su gracia nos transforme.

(P. JLSS)