(Hch 10, 34. 37-43 / Sal 117 / Col 3, 1-4 / Lc 24, 1-12)
Hoy celebramos el fundamento de nuestra fe: la resurrección de Cristo. Porque si Cristo no hubiera resucitado va a sería nuestra fe (cf. 1Cor 15, 14). Celebrar la Pascua de Resurrección debe impulsarnos a caminar junto a nuestro Buen Pastor hacia la tierra prometida, la vida eterna, porque si la esperanza que tenemos en Cristo fuera sólo para esta vida seríamos los más desdichados (cf. 1Cor 15, 19)
Porque Jesucristo ha venido, no para condenarnos, sino para que nos salvemos por su medio (cf. Jn 3, 16-17) y, como dijo Pedro, “el testimonio de los profetas es unánime: que cuantos creen en él reciben, por su medio, el perdón de los pecados.” ¿Crees en Jesucristo? ¿Le crees a Jesucristo? Acepta su amor y su misericordia.
Puede que haya muchas cosas que nos pudieran atemorizar, sin embargo nosotros hemos sido bañados con la Sangre del Cordero y Él nos defiende de cualquier amenaza y a Él nada lo vence. Por ello, sigamos el consejo de San Pablo y “pongamos todo nuestro corazón en los bienes del cielo, no en los de la tierra, porque hemos muerto y nuestra vida está escondida con Cristo en Dios”. Acurruquémonos en Dios.
Dejemos de lado todo dolor, toda angustia o tristeza, pongámoslas en las manos del Señor… nuestro Buen Pastor vive y estando a su lado jamás tropezaremos. Quizá no hemos podido encontrar paz porque no estamos acudiendo a donde debemos. Cerremos nuestros ojos y escuchemos en nuestro interior las palabras de los ángeles: “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí; ha resucitado”. «Χριστός Ανέστη, Αληθώς Ανέστη».
(P. JLSS)
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