(1Sam 24, 3-21 / Sal 56 / Mc 3, 13-18)
El amor más que un sentimiento es una decisión por el bien del otro, por ello, a quien se sabe amado se le debe de notar, el amor es capaz de transformar nuestra manera de vivir, de interpretar los acontecimientos y situaciones difíciles, incluso puede cambiar nuestra forma de reaccionar ante los mismos. El amor genera paciencia y no violencia (cf. 1Cor 13).
Debemos tener siempre presente el amor de Dios por nosotros, el que haya querido nuestro bien. Porque “Dios reconcilió al mundo consigo, por medio de Cristo, ya nosotros nos confió el mensaje de la reconciliación”, debemos esforzarnos por vivir y transmitir nuestra experiencia personal de su misericordia.
Escuchamos en la primera lectura como David no se movió por criterios ni impulsos mundanos, si bien más adelante veremos algunas ocasiones en las que si caerá en la tentación del poder y la soberbia, hoy no tienta a Saúl por ser «su rey, el ungido del Señor».
Una cosa debemos tener presente, Dios nos elige porque conoce nuestros corazones, a Él no se le impresiona con apariencias, cuando hace el grupo de los Doce eligió a Judas, que resultó traidor, no lo elige por equivocación, lo hace porque ser el llamado a la santidad no es un sinónimo de perfección, es una invitación a dejarnos transformar por el amor de Dios y dejar que su misericordia nos conduzca más que otra cosa.
(P. JLSS)
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