(Hb 10, 32-39 / Sal 36 / Mc 4, 26-34)
¿Cuál es tu actitud para enfrentar la vida y lo que se presente en ella? ¿ser hijo de Dios te da seguridad o te da igual? Vivir como hijo de Dios significa vivir con la certeza de ser protegido por un Padre que nos ama infinitamente y cuida de nosotros siempre, que todo está en sus manos y que por medio del Espíritu Santo nos capacita para superar cualquier cosa.
Dejemos que el Reino de Dios nos invada, que la gracia colme nuestras vidas y nos abandonemos cada vez más a su acción, de manera que crezca en nosotros la experiencia del amor de Dios y amemos a los demás porque es lo que tenemos para repartir.
Hagamos nuestras las recomendaciones de la carta a los hebreos: “no pierdan la confianza, pues la recompensa es grande. Lo que ahora necesitan es la perseverancia, para que, cumpliendo la voluntad de Dios, alcancen lo prometido.” ¡Padre, haznos anhelar la vida eterna!
Te pedimos Señor, que por la fuerza del Espíritu Santo, acrecientes nuestra esperanza, porque si contamos contigo no debemos temer a nada ni nadie. Padre, que vivamos con nuestra confianza totalmente puesta en ti. Que seamos capaces de entregarte nuestro pasado y, «Para el presente amén, para el futuro aleluya» (Pedro Arrupe)
(P. JLSS)
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