VIERNES – SEMANA XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO

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(Rom 15, 14-21 / Sal 97 / Lc 16, 1-8)

La parábola del administrador astuto nos invita a cuestionarnos si prestamos la misma atención a la vida espiritual que a nuestros negocios personales (y/o materiales), “Pues los que pertenecen a este mundo son más hábiles en sus negocios que los que pertenecen a la luz…” ¿cómo administramos nuestra vida de gracia?

Jesús quiso enseñar que nuestro interés por la administración de los bienes materiales no sea algo que nos aleje de lo principal: buscar el Reino de Dios y su justicia, todo lo demás se dará por añadidura (cf. Mt 6, 33). Que se nos note que hemos experimentado que en Jesucristo, “el Señor ha dado a conocer su victoria y ha revelado a las naciones su justicia. Una vez más ha demostrado Dios su amor y su lealtad hacia Israel.”

San Pablo tenía clara cuál era su función, aquello que debía administrar por el Reino, “Mi actividad sacerdotal consiste en predicar el Evangelio de Dios, a fin de que los paganos lleguen a ser una ofrenda agradable al Señor, santificada por el Espíritu Santo.” Te has preguntado personal y concretamente qué es aquello que debes realizar tú por el Reino en tus actividades cotidianas.

Pidámosle a Dios poner mayor empeño en ser fieles a él, porque “en aquel que cumple la palabra de Cristo, el amor de Dios ha llegado a su plenitud.” Se trata de dejarse amar más por Dios para poder dar mayor testimonio. Nuestro esfuerzo debe estar en ser más dóciles a Dios.

(P. JLSS)

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