(Flp 3, 3-8 / Sal 104 / Lc 15, 1-10)

Uno de los principales complicaciones de nuestros tiempos es la increencia, se ha perdido la capacidad de creer, no lo digo solamente como falta de fe, se ha dejado de creer hasta en uno mismo y la posibilidad de tener metas y planes a futuro. Tristemente esto también se puede dar en las personas que dicen creer, con temas como la misericordia y el perdón de Dios.

Las palabras de Jesús: “Yo les aseguro que también en el cielo habrá más alegría por un pecador que se convierte, que por noventa y nueve justos, que no necesitan convertirse.” ¿Te motivan a cambiar o sólo se te hacen bonitas? Él ha venido al mundo para buscar a los que estamos perdidos ¿te dejas encontrar o te le escondes?

San Pablo se abrió completamente a la acción de la gracia, dejó que el amor de Dios destruyera todos sus prejuicios: “Más aún, pienso que nada vale la pena en comparación con el bien supremo, que consiste en conocer a Cristo Jesús, mi Señor, por cuyo amor he renunciado a todo, y todo lo considero como basura, con tal de ganar a Cristo.” ¿qué nos falta para reconocer la grandeza de su misericordia?

Padre, concédenos la luz del Espíritu Santo para no dejar que ninguna idea negativa opaque o limite tu acción en nuestro interior, ayúdanos a abandonarnos completamente a tu acción para vivir la libertad que Cristo nos ha venido a dar (cf. Gal 5, 1) y disfrutar la abundancia que Cristo trae a nuestras vidas (cf. Jn 10, 10).

(P. JLSS)