(Ecl 3, 1-11 / Sal 143 / Lc 9, 18-22)

¿Qué limita la misericordia de Dios en tu vida? ¿La desconfianza? Pensar en este don debería hacer que maravillados exclamáramos palabras semejantes a las del salmo: “Señor, ¿qué tiene el hombre para que en él te fijes? ¿Qué hay en él de valor, para que así lo estimes? El hombre es como un soplo; sus días, como sombra que se extingue.”

Sabemos que Dios es misericordioso y que nos ama, nos lo ha demostrado en la entrega de su Hijo (cf. Jn 3, 16-17) por lo menos teóricamente, pero debemos estar convencidos de ello, por eso nuevamente la invitación a preguntarnos sobre el Señor es necesaria, de acuerdo a quien sea para nosotros será nuestra forma de responderle.

El prometió estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo, por ello no debemos permitir que nada nos distraiga de su cercanía, reconociendo que la voluntad de Dios es santa, aunque de momento pareciera incomprensible “Todo lo ha hecho Dios a su debido tiempo y le ha dado el mundo al hombre para que reflexione sobre él; pero el hombre no puede abarcar las obras de Dios desde el principio hasta el fin.”

Pidámosle a nuestro Padre Celestial la paciencia necesaria para no dejar que nuestros criterios limiten su acción, ni que nuestra manera de pensar nos haga dudar de él. El quiere que todos nos salvemos y lleguemos al conocimiento de la verdad, desde esa idea interpretemos la realidad. Si se nos olvida esto, nuestra manera de interpretar la realidad será equivocada siempre.

(P. JLSS)