(Dt 4, 32-40 / Sal 76 / Mt 16, 24-28)

Como todos los viernes, debemos dejar que la Palabra ayude a que nuestras reflexiones personales sean más profundas. Hoy en el Evangelio escuchamos el recordatorio del Señor: “Porque el Hijo del hombre ha de venir rodeado de la gloria de su Padre, en compañía de sus ángeles, y entonces dará a cada uno lo que merecen sus obras.” Si viniera hoy el Señor ¿cómo nos iría?

En muchas personas pareciera que la vida espiritual y de fe se fundamentar en un mero “cumplirle” a Dios, esforzándose por cumplir reglamentos o no hacer lo que “no se debe” y ya… cuando la vida espiritual se trata de una relación de amor con Dios con todo lo que esto implica, recordando que él nos amó primero (Cf. 1Jn 4, 19).

Cuando Moisés le explica al pueblo porqué tienen que cumplir la ley, les confronta con todo lo que el Señor ha hecho por ellos y cómo ha tenido un trato especial para con ellos; nosotros también debemos tener presente lo que Dios ha hecho por nosotros, todo el amor que nos ha manifestado, escuchemos las palabras de Moisés: “Reconoce, pues, y graba hoy en tu corazón que el Señor es el Dios del cielo y de la tierra y que no hay otro.”

Espíritu Santo ven a nosotros, revive en nuestro interior la experiencia del amor de Dios y haz que esta experiencia nos motive a ser mejores. Que en los momentos difíciles o de sufrimiento se hagan vida en nosotros las palabras del salmo: “Recuerdo los prodigios del Señor, recuerdo tus antiguos portentos, medito todas tus obras y considero tus maravillas” y las palabras del Señor: “El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga.”

(P. JLSS)