(Ex 20, 1-17 / Sal 18 / Mt 13, 18-23)

Este día la palabra nos invita a revisar nuestras vidas y reconocer si le estamos permitiendo a la palabra de Dios producir fruto y si aceptamos que no tanto buscar el por qué y trabajar en ello ¿Qué es aquello por lo que limitas la acción de Dios en tu interior? ¿Por qué te aferras a ello?

En la parábola pone la inconstancia como una limitación a que la palabra germine firmemente en uno, porque “apenas le viene una tribulación o una persecución por causa de la palabra, sucumbe.” Y también se pone a aquellos que se dejan distraer como si no contaran con Dios y “las preocupaciones de la vida y la seducción de las riquezas, la sofocan y queda sin fruto”.

Recordemos que para quienes creemos en Cristo sabemos que el no somos justificados por las obras de la Ley sino por la fe en Jesucristo (Cf. Gal 2, 16), nuestra atención debe estar puesta en reconocer el amor que Dios nos ha tenido y corresponder al mismo (Cf. 1Jn 4, 19), quien se sabe amado no anda preocupado por juzgar ni por hacer el mal, el amor se nota.

Pidámosle al Espíritu Santo que fortalezca en nosotros la certeza de su amor para vivir como personas que se saben amadas y ser de “quienes oyen la palabra, la entienden y dan fruto; unos, el ciento por uno; otros, el sesenta; y otros, el treinta.” Que no nos interese cuánto fruto estamos dando, sino darlo.

(P. JLSS)