(Is 48, 17-19 / Sal 1 / Mt 11, 16-19)
Nuestra confianza la debemos poner en Dios antes que en cualquier otra cosa, muchas veces nuestro perseverar se verá limitado por nuestra falta de confianza. Quien confía en Dios, “es como un árbol plantado junto al río, que da fruto a su tiempo y nunca se marchita. En todo tendrá éxito.”
¿Permites que el desánimo te domine? ¿Le has pedido a Dios que te haga capaz de aceptar aquellas situaciones difíciles que te estén tocando vivir? Muchas veces nuestra desconfianza se alimenta de nuestra falta de aceptación de aquello que no está en nuestras manos cambiar.
Muchos de nosotros, ante lo angustioso o desconocido, pareciera que olvidamos la palabra de Dios, “Yo soy el Señor, tu Dios, el que te instruye en lo que es provechoso, el que te guía por el camino que debes seguir.” Y le prestamos atención a otras cosas, o cómo dijera Jesús, nos parecemos a esos niños a los que se les pudiese cantar «Tocamos la flauta y no han bailado; cantamos canciones tristes y no han llorado».
Padre bueno, te pedimos que acrecientes nuestra esperanza, que por la acción del Espíritu Santo nos ayudes a prestar mayor atención en tu presencia en medio de nosotros que en lo que nos angustia o entristece, para así poder aceptar con serenidad lo que no podemos cambiar y disfrutar de la libertad que nos ofreces independientemente de las circunstancias que estemos viviendo.
(P. JLSS)
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