Seis meses antes del día en que celebramos la Navidad, como Iglesia celebramos gustosos el nacimiento de Juan el Bautista, recordando que cuando se da la anunciación se le dice a María «Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios» (Lc 1, 36-37).
Celebrar el nacimiento de una persona es más que una fiesta, compra de regalos y/o protocolos (tristemente muchas veces queda reducido a eso), celebrar un cumpleaños debe ser una acción de gracias hacia Dios por la existencia de alguien, hoy celebramos el nacimiento de aquel «vino para dar testimonio de la luz y prepararle al Señor un pueblo dispuesto a recibirlo.»
Juan, como todo buen seguidor de Jesucristo, estaba consciente de no ser el protagonista, que el que debe brillar es Cristo y no uno, San Pablo nos cuenta que Juan solía decir: “Yo no soy el que ustedes piensan. Después de mí viene uno a quien no merezco desatarle las sandalias” ¿tendremos la misma humildad? ¿Qué tanto queremos brillar nosotros en nuestras actividades pastorales?
Todos nosotros a nuestra manera y en nuestras actividades diarias debemos procurar ser «precursores del Señor» con nuestro testimonio, esforcémonos por ser dóciles al Espíritu Santo para que por medio de nuestras acciones, inspiradas por Él, a los otros también se les antoje seguir a Cristo.
(P. JLSS)
0 Comments