(Dn 7, 15-17 / Dn 3 / Lc 21, 34-36)
“Velen y oren, para que puedan presentarse sin temor ante el Hijo del hombre…” con esta aclamación cerramos litúrgicamente el año, año tras año cuando esta a punto de comenzar el Tiempo de Adviento la liturgia de la Palabra va a hacer una constante invitación a recordar nuestra fe en la Parusía (el advenimiento glorioso del Señor al final de los tiempos).
Se trata de vivir alertas, como quien espera a mamá o papá que vuelve de algún viaje y sabe que le trae un premio, una sorpresa, quienes creemos en Jesús debemos anhelar nuestro encuentro con Él, por ello nos invita en el Evangelio a «velar y orar para que ese día no nos sorprenda…»
No nos dejemos engañar, al final, todos nuestros esfuerzos por permanecer fieles al Señor habrán valido la pena y se nos recompensaran, en nosotros se cumplirán las palabras del profeta Daniel: “el poder real y el dominio sobre todos los reinos bajo el cielo serán entregados al pueblo de los elegidos del Altísimo. Será un reino eterno, al que temerán y se someterán todos los soberanos”.
Espíritu Santo, acrecienta en nosotros el deseo de encontrarnos con nuestro Señor Jesucristo, maravillarnos con la contemplación del Padre y disfrutar plenamente del amor que el Espíritu Santo nos ha dejado experimentar. «Sabemos que cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es.» (1Jn 3, 2)
(P. JLSS)
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