(Lev 25, 1. 8-17 / Sal 66 / Mt 14, 1-12)

Además de la costumbre a la cercanía de alguien, otra cosa que nos cerrará a los demás es la soberbia, esa «altivez y apetito desordenado de ser preferido a otros» producto de la vanagloria y vanidad que se producen en la persona cuando se empieza a creer más que los demás.

La persona que es soberbia hará todo lo que esté en sus manos para que nada atente contra aquella imagen de sí mismo que se ha creado, incluso permitiendo injusticias y cosas que vayan contra los propios intereses como escuchamos en el Evangelio, Herodes manda matar a Juan «entristecido y por no quedar mal con los invitados».

En la lectura del Levítico se nos habló hoy acerca del año jubilar, un año de rescate de la propiedad, evitando así que alguna familia por necesidad se quedara sin tierras, entre otras cosas… la soberbia siempre nos hará creer que nos merecemos a perpetuidad todo y nos cerrará a los demás, porque se convertirán en “obstáculos” imaginarios.

Espíritu Santo ven a nuestros corazones y transfórmalos conforme al amor que nos tienes, haznos comprender que nuestra dignidad no depende de los bienes que poseamos (cf. Lc 12, 15-21) sino de ser tus hijos. Haznos evitar todo afán de riquezas, toda vanagloria y toda soberbia, en resumen: no dejes que nos cerremos a ti y a nuestros hermanos.

(P. JLSS)